jueves, 16 de julio de 2009

Un bar en la Habana.



Existe un bar en La Habana, Cuba, al final de un callejón sin salida que posee un espejo en una esquina del recinto en donde dicen que si te observas pierdes la memoria.
Muchos han forzado la leyenda creyéndose mas, olvidando hasta el grado de ebriedad. Sin embargo, cuentan, que un hombre, sin nada que perder, ingreso con ímpetu dejando la puerta abierta de par en par, esquivo la barra y sin más se detuvo frente al espejo. El bar hizo silencio a tal espectáculo. El hombre dio vuelta, miro sin mirar y se marcho. Al salir alcanzaron a ver que cubría su cabeza con una boina.
Desde ese entonces, cuentan, que el espejo le dice a todo aquel que se atreva a mirarse el propósito en la vida.
Muchos afirman que el espejo fue incapaz de borrar tanta seguridad.
Al día de hoy, varios, viajan a La Habana en busca del espejo; otros, en cambio siguen al hombre.

Rayuela

Ingredientes: una acera, una piedrecita, un zapato y un bello dibujo con tiza,
preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo,
abajo esta la Tierra, es muy difícil
llegar con la piedrecita al Cielo, casi siempre se calcula
mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo
se va adquiriendo la habilidad
necesaria para salvar las diferentes casillas y un día se
aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrecita hasta
el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que
justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido
a remontar la piedrecita hasta el Cielo, se acaba de golpe
la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino
cohete, en la especulación de otro Cielo al que también
hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la
infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan,
como ingredientes, una piedrecita y la punta de un
zapato.



Julio Cortázar, del libro Rayuela